XVIII Cumpleaños de Mi Chiquitita
Mi querida hija, mi chiquitita:
-¡Por fin! ¡Ya has
alcanzado la mayoría de edad!
-¡Preciosos dieciocho
años anhelados! ¡Qué bonitos!
-¡Qué bien! ¡Ya
respondes de ti! ¡Ya puedes conducir! ¡Ya puedes votar! ¡Ya eres autónoma!
Con la ayuda de Dios y
el enorme esfuerzo y empeño de tu madre, conseguimos que vieras la luz. Imagen
indeleble esculpida en mi retina, en mi cerebro, en mi corazón y en mi alma.
Desde que vimos tu
carita por primera vez nos hemos dedicado a prepararte para la vida. Primero en
la cuna, luego a gatas, después de la manita, más tarde orientando y fijando el camino, a continuación marcando límites: ¡No se hace, no se dice, no se toca,…!
¡Eso es, muy bien, cómo nos gusta, adelante…!
Así, sin darnos cuenta,
han transcurrido dieciocho maravillosos años durante los que hemos podido
disfrutar de ti y contigo. Trabajando en tándem, sin descanso, tu madre y yo,
con el bagaje cultural recibido de tus abuelos, nuestro conocimiento,
formación, mejor intención y mayor juicio, te hemos situado en la línea de
salida. Desconocemos qué posición ocupas en esta parrilla, pero eso poco
importa. Tu objetivo no es ganar, sino el conducir tu propio vehículo hasta
completar con bien la carrera de la vida.
El equipo papás te
hemos dado lo mejor que unos padres, que te desearon y te quieren, pueden proporcionar.
Aún habiendo acertado en innumerables ocasiones, estoy persuadido de que
también hemos errado, si bien, siempre, con la mejor de las voluntades, por
ello te pido que nos perdones. De nosotros no has recibido nada material. Todo
lo que te hemos dado forma parte de tu intangible, el único tesoro que es y
será absolutamente tuyo. No se ve, no se toca, no se mide, tampoco tributa, sin
embargo, siempre formará parte de tu patrimonio, te acompañará donde quiera que
vayas y, lo mejor de todo, es que nadie te lo podrá arrebatar jamás.
Observándote, créeme, te
aseguro que ha merecido la pena, que hemos hecho, tú y nosotros, un gran
trabajo, porque claro está que el mérito no ha sido solo nuestro. Nosotros
hemos sido el catalizador. Para que este lleve a cabo su función hace falta
materia prima, y tú la tienes a raudales. No olvidemos que los maestros
proponen, pero son los discípulos los que disponen, asimilan y acaban, cuando
hay madera, superando con creces a sus maestros.
Obvio que no hemos
acabado aquí, ni siquiera es un punto de inflexión, se trata de uno de los
jalones de la vida. Nos queda mucho camino por recorrer juntos, aunque por la
ley de la naturaleza nuestros caminos se irán paralelizando. Es por esto que me
gustaría formularte algunas sugerencias para que las gestiones cómo mejor te
convenga.
La vida está llena de
obstáculos, de hitos que deben de ser abordados de manera diferente. Ninguno es
fácil, todos requieren de un gran esfuerzo. A veces saldrás triunfante, en
ocasiones, aún habiendo puesto todo lo que tienes dentro, el objetivo será
esquivo. Ambos casos son válidos, el primero para disfrutarlo, el segundo para
aprender. Compártelos con los que te rodean. No desesperes nunca. Si caes,
asume, aprende y levántate. Ten presente que lo importante no es evitar el alud,
sino saber levantarse tras la caída. También, que la suerte solo existe si la
buscas con tu quehacer, tu tesón y tu generosidad cada día de tu existencia.
Toma tus propias
decisiones. Mantén tu criterio, pero sé flexible. No eludas el trabajo. No
permitas que nadie decida por ti, pero muestra tu respeto por todo el que te
rodee. Sé responsable de tus actos. Quiere a los tuyos, a los pretéritos, a los
presentes y a los futuros. Y sé amiga de tus amigos.
Tendrás compañeros,
tendrás amigos, tendrás amantes. Todos te reconocerán, muchos te querrán,
algunos te amarán, pero ninguno, nadie en el mundo, te ofrecerá lo que tus
padres estamos dispuestos a hacer por ti, aunque también tenemos bien claro que
eres nuestra hija, pero no eres de nuestra propiedad. Aún así, como has
comprobado durante tus primeros dieciocho años, por lejos que te encuentres, siempre
nos tendrás ahí, a tu lado, porque eres un pedazo de nuestras almas.
¡Vive tu vida sin
renunciar nunca a tus sueños! y, por encima de todo, ¡sé feliz!
He dejado para el final
unas palabra que sabes que no te lo digo prácticamente nunca, y yo creo que debería
hacerlo cada día. Por eso, hoy te lo voy a escribir para que lo guardes en un
rinconcito de tu corazón:
Te quiero por tu razón,
te quiero por tu sensatez,
te quiero por tu nobleza.
Te quiero por tu tesón,
te quiero por tu sencillez,
te quiero por tu belleza.
Te quiero por tu discreción,
te quiero por tu candidez,
te quiero por tu grandeza.
Te quiero por ser como eres.
¡Te quiero por ser tú!
¡Felicidades en el día
de tu decimoctavo cumpleaños!
Recibe un fortísimo abrazo
de tu padre que te quiere, para quien siempre serás…
¡mi chiquitita!
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