Rebeca, Rocío
y Ruperta eran tres brujas muy diferentes
del resto de las brujas que pueblan el mundo.
Su originalidad
se debía a que los nombres de las tres empezaban con erre y, además se
apellidaban Ruíz, Ramírez y Renuncio, y no contentas con eso, los padres de Rebeca se llamaban Rodrigo y Rosa; los de Rocío, Ricardo y Raquel, y los
de Ruperta, Reverencio y Rigoberta.
Las tres eran regordetas, vivían en un rascacielos, su actor preferido era Robert Redford, su música favorita el rock
and roll, su marca de coches Renault, el animal de sus sueños “Rocinante”, su color el rojo, naturalmente, y su héroe Robinsón. Nunca firmaban; ellas
estampaban rúbricas, cantaban como ruiseñores (roncos), se ponían rulos
para presumir de rizos y eran rematadamente ruidosas; pero, sobre todo, les divertía hablar con erres.
A veces, Rebeca le decía a Rocío:
-“Mi padre era
ruso y recogía ranas y renacuajos rebuscando entre las rocas”.
Y Rocío respondía:
-“Eso no es
nada, el mío tenía un rancho y se resbaló cuando regaba rábanos rabiosos”.
Y Ruperta, a su vez:
-“Lo de mi padre
fue más raro: era radiólogo y tenía recursos muy razonables
para restaurar rodillas rotas.
Juntas reflexionaban, respiraban, recitaban redondillas y redactaban romances, repetían refranes, se reían, se regocijaban, se regalaban, se relajaban,
se respetaban y, de cuando en
cuando, reñían, rabiaban y se ruborizaban.
Eso era lo más divertido. Se decían cosas raras
cómo estas:
¡Eres una raquítica!
¡Pues tú, una rata!
¡Y tú, rancia!
¡Y tú, una raposa!
¡Pues tú una relamida!
¡Tú te haces
la remolona!
¡Roñosa!
¡Repugnante!
¡Repelente!
¡Ridícula!
¡Rácana!
¡Rastrera!
¡Rebelde!
Y así practicando,
comenzaron a hacer frases y definiciones perfectas abusando de la erre.
“Un resfriado es un refrigerador refugiado
en el rostro”.
“Un rinoceronte es una res nada rural repleta de rugosidades”.
“Un rufián es un representante de la rapiña
de rota reputación”.
Hablaron tanto
con la erre que, poco a poco, olvidaron utilizar las demás letras. Pero como
todo el mundo sabe, el poder de las brujas es enorme y, estas tres,
obsesionadas con la letra erre, no se conformaron solo con eso. Un mal día
decidieron que, igual que lo hacían ellas, todos los niños hablaron solo con erres
para que ningún adulto les comprendiera.
Un “abracadabra”,
después, los niños empezaron a repetir erres de la noche a la mañana y todos
los padres, muy preocupados, decidieron mandar inmediatamente a sus hijos al
médico.
Pero el poder
de las brujas era realmente rápido y, antes de que nadie pudiera evitarlo,
hechizaron a los médicos para que les pareciera sanísimo que todo el mundo
hablara con erres. De hecho, ya no hubo nada más importante. A partir de
entonces los doctores sólo curaban la rabia,
las rodillas rotas y la ronquera.
Y así, por
contagio inmediato, carteros, políticos, editores, policías,...todos se pusieron
a hablar con erres. Solo quedó un profesor empeñado en rescatar las demás letras,
pero nadie le hizo caso y siguieron erre que erre.
El mundo
cambió de repente; se comía remolacha en rodajas, rebañaban y repetían ración; los países eran repúblicas,
la gente se llamaba Rosalía, Rafael, Rita o Roberto; todos
querían ser reyes, las leyes se
cumplían razonablemente y solo había
días radiantes. ¡Qué vida tan refinada!
Pero muy pronto
las tres brujas de la letra erre se cansaron de este juego y, aburridas de que
todos se lo copiaran, decidieron cambiar de letra y empezaron a pasárselo fenomenal formulando frases con efes, festejando fiestas fantásticas y formando fogatas para freír filetes de foca y flambear frutas fermentadas. Fomentaron el furor por la filatelia, fabricaron frágiles floreros y,
naturalmente, fingieron facilitar a todos un final feliz.
Historias de
brujas traviesas, (Las brujas de la letra erre), María Mañeru, ediciones Libsa
Podemos también buscar trabalenguas del tipo:
Tres tristes tigres
comían trigo
en un triste trigal.
El perro de San Roque
no tiene rabo
porque Ramón Ramírez
se lo ha cortado.
entró en la viña de Guerra.
Guerra con la porra
pegó al perro de Parra.
—¡Oiga usted, señor Guerra!
¿Por qué ha pegado con la porra al perro de Parra?
—Si el perro de Parra
no hubiera entrado en la viña de Guerra,
Guerra con la porra
no hubiera pegado al perro de Parra.
O también podemos jugar con adivinanzas:
Con mi doble erre, ruedo, ruedo y ruedo.
Mi cuerpo es redondo, mi sed infinita.
Prefiero las sombras cerca de un viñedo.
El tiempo en mi vientre su oficio ejercita.
(El barril)
y tiene el rabo tieso.
(La sartén)
duro como el carbón
y soy pariente
del polvorón.
(El turrón)
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