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El taller de la bruja Gertrudis es un blog de encuentro de personas a las que nos gusta la lectura donde podemos dejar comentarios de los libros que vamos leyendo con el ánimo de tener un punto de referencia de los libros que nos gustan y un espacio que yo he llamado Cajón de sastre, donde cabe desde un poema a una reflexión o una frase o cualquier cosa que se nos ocurra.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Las brujas de la letra erre


Hoy dejo otro cuento que hemos utilizado para trabajar la letra R con los niños para desarrollar la expresión oral y aumentar el vocabulario.

Rebeca, Rocío y Ruperta eran tres brujas muy diferentes del resto de las brujas que pueblan el mundo.
Su originalidad se debía a que los nombres de las tres empezaban con erre y, además se apellidaban Ruíz, Ramírez y Renuncio, y no contentas con eso, los padres de Rebeca se llamaban Rodrigo y Rosa; los de Rocío, Ricardo y Raquel, y los de Ruperta, Reverencio y Rigoberta.
Las tres eran regordetas, vivían en un rascacielos, su actor preferido era Robert Redford, su música favorita el rock and roll, su marca de coches Renault, el animal de sus sueños “Rocinante”, su color el rojo, naturalmente, y su héroe Robinsón. Nunca firmaban; ellas estampaban rúbricas, cantaban como ruiseñores (roncos), se ponían rulos para presumir de rizos y eran rematadamente ruidosas; pero, sobre todo, les divertía hablar con erres.

A veces, Rebeca le decía a Rocío:
-“Mi padre era ruso y recogía ranas y renacuajos rebuscando entre las rocas”.
Y Rocío respondía:
-“Eso no es nada, el mío tenía un rancho y se resbaló cuando regaba rábanos rabiosos”.
Y Ruperta, a su vez:
-“Lo de mi padre fue más raro: era radiólogo y tenía recursos muy razonables para restaurar rodillas rotas.



Juntas reflexionaban, respiraban, recitaban redondillas y redactaban romances, repetían refranes, se reían, se regocijaban, se regalaban, se relajaban, se respetaban y, de cuando en cuando, reñían, rabiaban y se ruborizaban. Eso era lo más divertido. Se decían cosas raras cómo estas:
¡Eres una raquítica!

¡Pues tú, una rata!

¡Y tú, rancia!

¡Y tú, una raposa!

¡Pues tú una relamida!

¡Tú te haces la remolona!

¡Roñosa!

¡Repugnante!

¡Repelente!

¡Ridícula!

¡Rácana!

¡Rastrera!

¡Rebelde!

Y así practicando, comenzaron a hacer frases y definiciones perfectas abusando de la erre.

“Un resfriado es un refrigerador refugiado en el rostro”.

“Un rinoceronte es una res nada rural repleta de rugosidades”.

“Un rufián es un representante de la rapiña de rota reputación”.

Hablaron tanto con la erre que, poco a poco, olvidaron utilizar las demás letras. Pero como todo el mundo sabe, el poder de las brujas es enorme y, estas tres, obsesionadas con la letra erre, no se conformaron solo con eso. Un mal día decidieron que, igual que lo hacían ellas, todos los niños hablaron solo con erres para que ningún adulto les comprendiera.

Un “abracadabra”, después, los niños empezaron a repetir erres de la noche a la mañana y todos los padres, muy preocupados, decidieron mandar inmediatamente a sus hijos al médico.

Pero el poder de las brujas era realmente rápido y, antes de que nadie pudiera evitarlo, hechizaron a los médicos para que les pareciera sanísimo que todo el mundo hablara con erres. De hecho, ya no hubo nada más importante. A partir de entonces los doctores sólo curaban la rabia, las rodillas rotas y la ronquera.
Y así, por contagio inmediato, carteros, políticos, editores, policías,...todos se pusieron a hablar con erres. Solo quedó un profesor empeñado en rescatar las demás letras, pero nadie le hizo caso y siguieron erre que erre.

El mundo cambió de repente; se comía remolacha en rodajas, rebañaban y repetían ración; los países eran repúblicas, la gente se llamaba Rosalía, Rafael, Rita o Roberto; todos querían ser reyes, las leyes se cumplían razonablemente y solo había días radiantes. ¡Qué vida tan refinada!

Pero muy pronto las tres brujas de la letra erre se cansaron de este juego y, aburridas de que todos se lo copiaran, decidieron cambiar de letra y empezaron a pasárselo fenomenal formulando frases con efes, festejando fiestas fantásticas y formando fogatas para freír filetes de foca y flambear frutas fermentadas. Fomentaron el furor por la filatelia, fabricaron frágiles floreros y, naturalmente, fingieron facilitar a todos un final feliz.



Historias de brujas traviesas, (Las brujas de la letra erre), María Mañeru, ediciones Libsa



Podemos también buscar trabalenguas del tipo:

Tres tristes tigres
comían trigo
en un triste trigal.

El perro de San Roque
no tiene rabo
porque Ramón Ramírez
se lo ha cortado.

El perro de Parra
entró en la viña de Guerra.
Guerra con la porra
pegó al perro de Parra.
 —¡Oiga usted, señor Guerra!
¿Por qué ha pegado con la porra al perro de Parra?
—Si el perro de Parra
no hubiera entrado en la viña de Guerra,
Guerra con la porra
no hubiera pegado al perro de Parra.

O también podemos jugar con adivinanzas:

Con mi doble erre, ruedo, ruedo y ruedo.
Mi cuerpo es redondo, mi sed infinita.
Prefiero las sombras cerca de un viñedo.
El tiempo en mi vientre su oficio ejercita.
(El barril)

Redondo, redondo como un queso
y tiene el rabo tieso.
(La sartén)

Dulce como un bombón,
duro como el carbón
y soy pariente
del polvorón.
(El turrón)

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