Título: El grito
de la tierra
Autor: Sarah Lark
Nº de páginas: 736
págs.
Editoral: EDICIONES
B, S.A.
ISBN: 9788466652285
Con El grito de la tierra se cierra esta trilogía que a
través de más de 2000 páginas Sarah Lark nos ha llevado a las lejanas tierras
neozelandesas.
En esta entrega fiel a las dos anteriores las protagonistas
vuelven a ser dos mujeres completamente diferentes, con personalidad y
ambiciones diferentes, Gloria que es la hija de Kura y William Martyn, protagonista
de la segunda parte y biznieta de Gwyneira, protagonista del primer tomo, que
aún sigue trabajando en su granja pero ha perdido la magia de los anteriores
volúmenes, y Lilian, hija de Elaine y
Timothy Lambert, protagonista de la segunda parte y biznieta de Helen,
protagonista de la primera parte, pero en esta ya ha fallecido.
Como pasa en las otras partes, aunque las protagonistas son
dos mujeres siempre hay una que se "come" entre comillas a la otra,
en esta Gloria se come a Lilian, quizás porque las aventuras o más bien las
desventuras de Gloria te hacen sentir cierta simpatía por esta chica, aunque la
verdad es que su carácter taciturno y reservado no hace precisamente que sea
una niña a la que se le pueda apreciar, mientras que Lilian es una chica
vivaracha que se sabe adaptar a cualquier lugar y ambiente donde esté y saberse
rodear de la gente apropiada, lo que hace que su historia no sea tan
emocionante por lo que parece que queda en un segundo grado, como para rellenar
páginas y hacer más llevadera la triste historia de Gloria.
Gloria vive con Gwyneira y con su hijo Jack que prácticamente
la ha criado y con la que está muy unida, a ella le encanta la vida en la
granja, estar rodeada de ovejas, y de sus caballos y perros, pero sus padres
Kura y William tienen otros planes para ella, la mandan a un internado inglés
para que cultive su lado artístico e intelectual, Kura que ya es una famosa
cantante que está triunfando en todo el mundo, quiere que su hija reciba una
educación más exquisita que la que recibió ella, pero el problema es que su
hija no tiene ni la belleza ni el talento de Kura.
Para que el viaje de Gloria no sea tan traumático, viaja con
ella su prima Lilian, a la que le encanta la idea de vivir en Inglaterra y de
acudir a un internado, vive en un sueño de felicidad.
Desde el momento en que se embarcan rumbo a Inglaterra la
vida de Gloria se va apagando literalmente mientras que la de Lilian
resplandece, porque Gloria se va apagando y deja de ser la niña feliz que vivía
en la granja para convertirse en una niña triste y callada hasta convertirse en
una jovencita indecisa, solitaria y herida con una idea fija, volver a su
querida granja de Nueva Zelanda, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial
le va a complicar su idea, ya que sus padres en lugar de mandarla a Nueva
Zelanda se la llevan con ellos en su gira, esto aún la hace más infeliz y aumenta
su deseo de huir, hasta que un día se arma de valor y se escapa.
Esta huida de Gloria da mucha pena, pero llega a hacerse
pesada e incluso a veces hasta inverosímil, cuesta creer que en aquellos
tiempos una chica tan insegura como esta, sin documentación y sin dinero
pudiera hacer una travesía tan larga con todos los obstáculos y penalidades que
sufre hasta llegar a Nueva Zelanda, pero le da vergüenza presentarse delante de
su abuela por miedo a que ella averigüe lo que se ha visto obligada hacer.
De Jack no sabe nada, desde que supo que se había casado,
pero está enfadada con él porque no fue a rescatarla después de habérselo
prometido. Lo que Gloria no sabe es que Jack, jamás recibió carta alguna, y las
cartas de Gloria eran abiertas y censuradas por sus profesoras.
Por otro lado Lilian vive en un mundo idílico, conoce en Inglaterra
a un chico del que se enamora perdidamente, pero en esto que llega George Greenwood,
un gran amigo de la familia y ante la perspectiva del estallido de la guerra y
de la implicación de Inglaterra se la lleva de vuelta a Nueva Zelanda, ella
vive suspirando por el amor de su vida, y ¡oh sorpresa!, resulta que el chico
también es de Nueva Zelanda e hijo de la enemiga de su padre, pero claro al
final todo se solucionará cuando los dos huyen y deciden vivir su vida y aquí
es donde aparece la fortaleza de Lilian y su instinto para los negocios.
Mientras tanto,
en Nueva Zelanda, el joven Jack McKenzie, que será el protagonista masculino de
la historia, vive su primera historia de amor. Cuando se encuentra con
Charlotte Greenwood, que acaba de llegar de estudiar de Inglaterra, guapa,
inteligente, culta, apasionada por la cultura maorí… Jack no puede evitar caer
rendido a sus pies. Comienzan una bonita historia de amor que acabará en boda.
A Jack tampoco se le pueden pasar por la cabeza los difíciles tiempos a los que
tendrá que enfrentarse…, primero a la muerte de su joven esposa tras una
enfermedad incurable a la que ella decide poner fin antes de seguir su
sufrimiento y después a una terrible guerra y a una absurda batalla mal
planificada lo que le hace no solo sufrir unas terribles heridas de guerra sino
cambiar un carácter alegre por una persona reservada y ensimismada.
De este modo Sarah Lark nos introduce en uno de los
episodios más crueles de la Primera Guerra Mundial, la batalla de Galípolis
donde se ve involucrado Jack, una batalla cruenta y sin sentido.
En esta historia, las protagonistas han perdido parte del encanto de las
protagonistas de los anteriores libros. Gloria es demasiado gris y plana; entiendo
su sufrimiento y por supuesto las calamidades a las que tendrá que enfrentarse,
pero ese escudo que lleva a lo largo de la historia nos impide llegar a quererla.
Lilian sí que cae
bien, nos encanta desde el principio, pero la autora parece que se centra más
en Gloria que en ella, pues su personaje no tiene la fuerza que debería tener y
pasa de soslayo a lo largo de toda la novela aunque quizás al final se
reivindica y aparece el carácter de sus dos bisabuelas y empieza a tener más
fuerza, no todo iba a ser para ella de color de rosa.
Cuando por fin gloria consigue llegar a su casa, la
convivencia de Gloria con su abuela es tirante, y el contacto con los empleados
de la granja es difícil, pues Gloria no puede soportar a ningún hombre cerca de
ella, y decide trasladarse con los maoríes durante un tiempo. Allí va reencontrándose
con su pueblo y sintiéndose fuerte y segura como persona.
Cuando Jack vuelve a casa se encuentra con Gloria pero son
auténticos extraños, y cada uno tiene que luchar con los recuerdos de sus vidas
pasadas. Les va a costar mucho volver a confiar el uno en el otro, pero se unen
para salvar la granja, y renacen unos sentimientos que siempre han estado entre
ellos.
Comienza esta saga con la llegada de la joven Gwyneira a
Nueva Zelanda para casarse con un joven Walden, y termina con Gwyneira ya
octogenaria, celebrando un gran acontecimiento familiar, rodeada de toda su
familia y amigos, mientras sostiene en sus brazos a su tataranieto.
Conclusión, este libro también es entretenido, quizás el más
flojo de los tres pero se lee con gusto aunque no tiene la misma magia de sus
anteriores volúmenes. Pero no te esperes un colofón final a esta epopeya
familiar en Nueva Zelanda porque no lo vas a encontrar.
Para mí lo mejor es el personaje de Jack y la descripción de
la batalla de Galípoli.
Christiane Gohl (Bochum, Alemania, 1958) es una escritora alemana que escribe bajo los pseudónimos de Sarah Lark, Ricarda Jordan, Elisabeth Rotenberg o con su propio nombre.
Sarah Lark es uno de los seudónimos de una autora alemana afincada en España de prolífica producción literaria sobre todo en el campo de los libros sobre caballos, trabajó durante muchos años como guía turística y pronto descubrió su fascinación por Nueva Zelanda. Con En el país de la nube blanca inició una trilogía sobre las tierras neozelandesas que continúa con La canción de los maoríes y El grito de la tierra. Su forma de escribir, plagada de minuciosas descripciones y a la vez directa, le ha granjeado el éxito en toda Europa. Sus libros te transportan a los lugares sobre los que escribe igual que lo haría un recuerdo, y sus personajes, tan alejados en el tiempo, se hacen tan cercanos gracias a su prosa que el lector no puede por menos que sufrir, reír y emocionarse con ellos.
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