Este cuento tiene muy buenos recuerdos para mí, con él inicié una aventura muy divertidfa en mi vida, la de cuentacuentos. Hará unos 15 años Esperanza, una profesora de mi hija en el colegio de las Madres Irlandesas de Madrid me dejó este cuento con el que querían hacer una serie de actividades en el área infantil, me pareció un cuento divertidísimo y con el que se podía hacer un montón de actividades encaminadas a enseñar a los niños valores como la tolerancia, la amistad, la búsqueda de la paz, el compañerismo, así es como me convertí en la bruja Gertrudis, una bruja un poco loca y divertida que acudía muchas veces al cole a contar cuentos a los niños de su basta biblioteca o a hacer actividades novedosas para ellos y a llevar amigos suyos a contar historias divertidas a los niños, fueron las pintoras, el jardinero Manolo, la abuela María, el hada Acaramelada, las pastoras, los Reyes Magos, los ratones, los piratas etc. y un móntón de madres que se prestaron a esta loca aventura de hacer felices a sus hijos haciendo teatro, contando cuentos, cantando, bailando, haciendo manualidades, guiñoles y muchísimas cosas más.
Os iré dejando los cuentos que hemos trabajado en estos talleres a lo largo de más de 10 años.
La bruja Gertrudis
Título: La bruja Gertrudis
Autores: Valerie Thomas, Paul Korky
Editorial: Lumen S.A
Fecha de edición: 1992
Páginas: 28
ISBN: 978-84-264-3665-8
La
bruja Getrudis vivía en el bosque, en una casa negra por fuera y negra por dentro.
Las
alfombras eran negras.
Las
sillas eran negras.
La
cama era negra y tenía sábanas negras y mantas negras.
Incluso
el baño era negro.
Gertrudis
vivía en su casa negra con su gato Jeremías (que también era negro).
Y
así empezaron los problemas.
Cuando
Jeremías se tumbaba en un sillón con los ojos abiertos, Gertrudis lo podía ver.
Al
menos podía verle los ojos que eran verdes.
Pero
cuando Jeremías cerraba los ojos y se ponía a dormir, Gertrudis no lo veía en
absoluto.
Y
se sentaba encima de él.
Cuando
Jeremías se tumbaba en la alfombra con los ojos abiertos, Gertrudis lo podía
ver.
Al
menos podía verle los ojos.
Pero
cuando Jeremías cerraba los ojos y se ponía a dormir, Gertrudis no lo veía en absoluto.
Y tropezaba con él.
Un
día, después de un golpe morrocotudo, Gertrudis decidió que había que hacer
algo.
Cogió
su varita mágica, la agitó en el aire y...
¡ABRACADABRA!
Jeremías ya no era un gato negro. ¡Era de un verde resplandeciente!.
Ahora,
cuando Jeremías dormía en una silla, Gertrudis lo podía ver.
Cuando
Jeremías dormía en el suelo, Gertrudis lo podía ver.
Y
también lo podía ver cuando dormía en la cama.
Pero
a Jeremías no le estaba permitido dormir en la cama...
... de modo que Gertrudis lo
sacó de la casa y lo dejó en el césped.
Pero
cuando Gertrudis salió corriendo al jardín, tropezó con Jeremías, dio tres
saltos mortales y aterrizó en un macizo de rosas lleno de espinas.
Cuando
Jeremías estaba sentado en la hierba, Gertrudis no podía verlo.
Ni
siquiera cuando el gato tenía los ojos bien abiertos.
Ahora
Gertrudis estaba furiosa.
Sacó su varita mágica, la agitó cinco veces y...
¡ABRACACABRA!
Jeremías tenía la cabeza roja, el
cuerpo amarillo, la cola rosa, el bigote azul y las cuatro patas violetas. Pero
los ojos seguían siendo verdes.
Ahora
Gertrudis podía ver a Jeremías cuando estaba sentado en una silla, cuando
estaba tumbado en la alfombra, cuando se deslizaba entre la hierba.
E
incluso cuando trepaba a la última rama de los árboles más altos.
Jeremías
trepó a la última rama del árbol más alto para esconderse.
Tenía
un aspecto ridículo y lo sabía.
Hasta
los pájaros se burlaban de él.
Jeremías
se sentía profundamente desgraciado. Se quedó en la copa del árbol todo el día
y toda la noche.
A
la mañana siguiente seguía en el árbol.
Gertrudis
estaba preocupada.
Quería
a Jeremías y odiaba que se sintiera desgraciado.
Y
entonces Gertrudis tuvo una idea.
Agitó
su varita mágica y...
¡ABRACADABRA!
Jeremías volvió a ser un gato negro.
Bajó
del árbol ronroneando de felicidad.
Entonces
Gertrudis agitó la varita una vez, y otra vez, y otra...
Ahora
en lugar de una casa negra, tenía una casa amarilla, con un tejado rojo y una
puerta roja.
Las
sillas eran blancas y tenía cojines
rojos y blancos. La alfombra era verde con flores rosas.
La
cama era azul, con sábanas blancas y mantas rosas.
El
baño resplandecía de blancura.
Y,
ahora, Gertrudis puede ver al gato Jeremías, esté él donde esté.
(Valerie Thomas y Korky Paul)
Este libro puede que ya no lo encontréis ahora he visto que se llama La bruja Brunilda y hay una colección de este personaje editado por la editorial Blume y en argentina se llama La bruja Berta.
De esta simpática bruja viene el nombre de este blog de lectura, un personaje muy especial para mí como lo es este blog.